domingo, 25 de mayo de 2008

Que buen día me espera!

Una mañana antes... cuando abrió sus ojos, ensayó cinco minutos más de sueño provocando agradable placer a las seis horas ya dormidas. Cuando volvió a encenderlos se dio cuenta de la responsabilidad, se permitió una tregua y nuevamente el placer estaba primero, la jornada había sido muy larga. Lo pensó, lo analizó y finalmente lo decidió. Inclinándose sobre el respaldo de la cama, cerró y abrió los ojos tres veces, como esperando un permiso, una aprobación. De repente todo estaba claro, inspiró un aire nuevo chispeante de mágico candor. Su cuerpo ya era más liviano, la brisa tibia que entró por la ventana, abrazaba suavemente una piel nueva. Se inclinó y sentándose frente el espejo oval, observó un rostro lánguido, rozagante, esperanzado, una musa de Modigliani. Sus pies penetraron en el suave algodón de las pantuflas. Comenzaron a caminar hasta llegar a la cocina, impulsados por el momento esperado, ese agradable desayuno nuevo...
Su boca estaba seca, áspera la garganta. Abrió la canilla, calentó un poco de agua y el fuego la invitó a descansar sus manos, refregándolas como preparándose para algo nuevo. Tomó una taza, su taza, dos cucharadas de café, dos de azúcar y preparó el suave café de la mañana y sentándose frente a la ventana, cruzó las piernas, corrió sus dedos hasta encontrarse con el fondo de las pantuflas, aseguró su pelo detrás de las orejas y con un respiro de aire nuevo, olió el suave aroma del café hasta humedecer la punta de su nariz, queriendo penetrar en sus entrañas como un sediento en el desierto, abrió su boca y dejó que esa fusión sea la principal aliada en la mañana tibia de primavera.